Paraísos Penales

"Sube, imbécil, toda mi vida he tenido que soportar todas tus gilipolleces", le espetó su esposa en la pista del aeropuerto de Túnez. "¡Cojones! ¡Sube ya!", le lanzó Seriati, el jefe de la seguridad presidencial. Ben Ali gimoteaba y suplicaba: "Dejadme; no me quiero ir; quiero morir aquí, en mi país (...)".

Así describe el semanario parisiense "Le Nouvel Observateur" la fuga en febrero del dictador tunecino Zine el Abidine Ben Ali basada en algunos testigos presenciales.

Leila, la tierna mujercita del personaje, en plena revuelta, se presentó en el Banco central de Túnez con la intención de recoger la tonelada y media de lingotes de oro, que con tanto esfuerzo y trabajo habían conseguido ahorrar ella y su familia en estos 23 años de sacrificio y penalidades tratando de llevar las riendas de su desagradecido país. Me imagino que se llevaría a un centenar de sirvientes para recoger el cargamento, capitaneados por el tal Seriati que también tiene pinta de ser muy distinguido.



El 20 de junio de 2011 comenzó el juicio de Ben Ali sin él. Túnez solicitó la extradición a Arabia Saudí, que es donde se refugió, pero no recibió respuesta (¿no es un poco raro?). Bueno, el caso es que hasta ahora y gracias a los 18 procesos judiciales que abrió Túnez contra él y su familia, ha conseguido: 35 años de cárcel y 45 millones de euros por malversación de fondos públicos (esta pena es para el matrimonio en conjunto), 15 años y 6 meses por posesión ilegal de armas y estupefacientes (la verdad es que lo de los estupefacientes se lo podían haber perdonado, porque para soportar a su parienta y lavar su conciencia a cualquiera nos hubieran venido bien) y otros 16 años por corrupción inmobiliaria en la que estaban metidos también su hija y su yerno (nos empezamos a explicar dónde iba la pasta del turismo creciente de este país).

Y aún habrá más, porque el ex presidente deberá responder, y esta vez ante la autoridad militar por la muerte de 300 manifestantes a consecuencia de los disparos efectuados por las fuerzas de seguridad, que tenían órdenes de acabar con las protestas.

A lo que voy, resulta que este personaje, huye y se va a un país, Arabia Saudí, en el que, entre otros homenajes a la libertad que nos llevaría varios días describir, existe una institución llamada "Mutawa" o policía religiosa, también conocida como “Policía para la Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio”. Tiene 3.500 oficiales y millares de voluntarios, cuyo trabajo consiste en hacer cumplir la ley islámica . Tienen el poder de arrestar a cualquier hombre y mujer que se encuentren reunidos públicamente sin que sean familia y también de prohibir e incautar productos, como podrían ser juegos, CD de música occidental, películas y otros productos que no se consideren compatibles con las leyes de la sharia.



¡Joder! ¡Y acoges a un tío condenado por todos estos cargos: corrupción, tenencia de drogas y de armas, y malversación de fondos, además de estar pendiente de ser juzgado por asesinato..! ¿Pero qué virtud queréis promocionar y qué vicio queréis prevenir?

El caso es que los tíos no lo sueltan para que dé la cara en su país por los delitos cometidos y la comunidad internacional no hace nada para presionarles. No quieren molestar a los señores del “ghutra”. Me imagino, que tristemente intuiréis el porqué. Os daré un dato por si acaso: las reservas de petróleo de Arabia Saudí en 2003 alcanzaban 260 mil millones de barriles, es decir el 24% de las reservas probadas en el mundo. Es el primer exportador de petróleo y el líder en el cártel de la OPEP.

Es una vergüenza que cierta gente encuentre refugio en algunos países y escapen impunes después de haber cometido graves delitos. Es lamentable que haya sitios a los que se huya para escapar del castigo de la justicia y que se vea normal o se mire hacia otro lado.

Por sentir algo de alivio, creo que a Ben Ali le escocerá que los grandes triunfadores de las elecciones verdaderamente democráticas celebradas el pasado día 23 de Octubre en Túnez hayan sido los islamistas de Ennahda, partido que prohibió en 1991 y contra el que lanzó una fuerte campaña de desprestigio.



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